Estoy seguro de que a lo largo de la carrera has escuchado hablar del método del caso, o has tenido algún profesor que echa mano de él para enseñarte algún tópico de su materia. Lo sé porque es sumamente común, aunque no siempre se le llame por su nombre.
Y a todo esto, ¿qué es el método del caso?
En términos muy generales, se trata de un método activo de enseñanza-aprendizaje basado en el estudio y discusión de situaciones verdaderas y específicas. Es activo, en la medida en que el profesor propicia un protagonismo especial en el educando y su aprendizaje a través de la participación, la reflexión en la solución de problemas y el trabajo en grupo.
Las dos premisas pedagógicas fundamentales sobre las que descansa el método del caso son: (i) los estudiantes aprenden mucho mejor cuando conocen las opiniones reales sobre experiencias verídicas, en lugar de sólo conocer la teoría, que es más bien abstracta y generalizadora, y (ii) los educandos aprovechan en mayor medida su tiempo en el aula cuando participan activamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, resolviendo problemas en vez de limitarse a ser receptores pasivos de las soluciones del profesor.
Este método se conoce también como Método Harvard pues fue el abogado, académico y profesor de dicha Universidad, Christopher Columbus Langdell (1826―1906) quien comenzó a enseñar Derecho haciendo que sus alumnos analizaran casos individuales a través de informes resumidos (case summaries) en lugar de aprender de las opiniones y estudios de los doctrinarios del Derecho. Después de que sus alumnos se adentraban en un case summary concreto, Langdell conducía discusiones grupales formulando preguntas concretas que exigían respuestas igualmente precisas.
En 1914, la Universidad de Harvard formalizó este método de enseñanza en su programa de Derecho y lo bautizó como Case Method. A partir de entonces, se fue extendiendo hacia otros campos distintos al jurídico, como medicina, economía, negocios o ciencias políticas.
Las bondades del método del caso
Las ventajas de este método son incuestionables:
- Al predominar la enseñanza práctica por sobre la teórica, el estudiantado adquiere una formación que se adecua más a su circunstancia y a la realidad profesional que le espera luego de salir de las aulas;
- El aprendizaje memorístico (que no sólo no es malo, sino que es necesario, a pesar del menosprecio que suele recibir) se complementa con el razonamiento lógico-jurídico;
- Se enseña al alumnado a reflexionar de la misma manera en que lo hace un juez o un postulante, lo que le permite prevenir problemas o encontrarles una solución muy cercana a como ocurriría fuera del ambiente escolar;
- Hay una mejor y más constante interacción entre los profesores y sus alumnos;
- El alumno se da cuenta desde las etapas más tempranas de su carrera de su propia habilidad para resolver un conflicto y para sostener un argumento, y
- El estudiante aprende desde el inicio de su carrera a conocer sus propias fortalezas y debilidades, lo que lo coloca en una mejor situación para trabajar sobre sí mismo.
De todas estas incuestionables bondades, las tres últimas son —debo confesarlo— las que más me entusiasman, aunque quizá trate el tema en un artículo posterior.
El método del caso, el Common Law y la tradición romano-germánica
El método del caso es sumamente popular entre las escuelas y universidades de los países del Common Law. Esto se debe a la regla del stare decisis, que es propia de los sistemas normativos que pertenecen a dicha familia jurídica y conforme a la cual, las opiniones judiciales tienen una fuerza vinculatoria más o menos intensa, dependiendo de cada caso.
Alf Ross (Sobre el Derecho y la Justicia. Buenos Aires: Eudeba, 1963) e Ignacio de Otto (Derecho Constitucional. Sistema de Fuentes. Barcelona: Ariel, 1997), cada uno por su parte, resumieron el stare decisis en cinco aspectos fundamentales:
- Los tribunales están obligados por las decisiones de sus superiores;
- Toda decisión relevante dictada por cualquier tribunal es un argumento fuerte para ser tomado en cuenta por otro tribunal;
- Sólo la ratio decidendi es obligatoria, no así la parte resolutiva del precedente, que dependerá de los aspectos particulares de cada caso concreto;
- El precedente no pierde vigencia a menos que sea sustituido por otro más acorde a las nuevas circunstancias, y
- Los tribunales están vinculados con sus decisiones anteriores.
Como puede apreciarse, el stare decisis coloca a las decisiones de los jueces en una situación privilegiada entre todas las fuentes del Derecho. Sin embargo, esto no ocurre en los sistemas jurídicos de tradición romano-germánica, en los que las normas sistematizadas en los códigos son la principal fuente del Derecho. Esto convierte a las leyes en un referente obligado y primordial en la docencia jurídica, por encima del estudio de los precedentes judiciales.
Esta diferencia entre la importancia de la ley y de los precedentes dentro de la armazón de fuentes del Derecho hace que las instituciones educativas de los países del Civil Law —México entre ellos— acojan el método del caso con más reticencias y menos entusiasmo que sus pares de tradición anglosajona.
En México y en los países de su misma familia jurídica, la formación de abogados continúa centrada en métodos pasivos de enseñanza-aprendizaje: el estudio de las leyes y la clase expositiva (también llamada clase magistral). Aquí, las principales herramientas de aprendizaje son —en ese orden— la codificación, el libro de doctrina y la exposición del profesor.
Esto no es esencialmente malo, tampoco es que sea un método inferior al método del caso. Simplemente se trata de un proceso para adquirir conocimiento que resulta completamente diferente.
Es más, la clase magistral ha demostrado sus bondades a lo largo de los siglos, pues se utiliza como método de enseñanza del Derecho Continental desde la época del Bajo Imperio Romano y hasta nuestros días, y tiene algunas muy importantes ventajas sobre cualquier otro método de enseñanza:
- Los alumnos se motivan especialmente cuando se encuentran ante un excelente profesor o ante quien ellos mismos identifican como un magnífico profesionista;
- La clase expositiva permite al profesor cubrir una gran cantidad de información en menor tiempo;
- Permite también la revisión de lo aprendido mediante procesos de examinación estandarizados, lo que reduce la subjetividad, y
- En general, la clase expositiva puede dirigirse a auditorios mucho más amplios que un método activo de enseñanza, que requiere de grupos pequeños para alcanzar resultados óptimos.
Las bondades del método del caso combinado con la clase expositiva
Estas características benéficas de la clase magistral, tan socorrida en los países de tradición neorromanista, no sólo no se contraponen, sino que son susceptibles de enriquecerse enormemente si se la combina con el método del caso, en el que la jurisprudencia es el principal referente para los docentes del Derecho.
Todos los beneficios que trae consigo el método del caso son totalmente deseables aún en países como México, que pertenecen a la tradición jurídica romano-germánica, pues con independencia de cuál sea la fuente del Derecho preeminente, es igualmente necesario que los noveles abogados se formen con una visión crítica cercana a su realidad y a los problemas que realmente podrían enfrentar.
La metodología, en conjunción con la clase expositiva, puede fungir como un excelente aliado para el docente que esté realmente comprometido en promover una participación verdaderamente activa entre los educandos y una excelente oportunidad para que los estudiantes conozcan y desarrollen sus propias capacidades para analizar, sintetizar e inferir.
Pero más allá de eso, la metodología es sumamente útil para que esos mismos estudiantes se vayan acostumbrando a tomar decisiones, se vuelvan mejores observadores, aprendan a escuchar activamente, a diagnosticar, a participar en grupos de trabajo y vayan adquiriendo conciencia de las necesidades del gremio, del país y del mundo.
Todas estas son habilidades «suaves» (soft skills), entendidas como aquellos atributos personales y profesionales que facultan a las personas para moverse en su entorno y para desempeñar su profesión de mejor manera. Habilidades que se imbrican y complementan a las habilidades «duras» (hard skills) o habilidades propiamente técnicas y necesarias para realizar un trabajo.
Esta aportación no es nada despreciable. Al contrario, es importantísima, sobre todo si consideramos que en México, como ocurre en muchos —si no es que en todos— los demás países de habla hispana, quien estudia abogacía recibe una instrucción centrada únicamente en los saberes jurídicos, dejando de lado todas las destrezas necesarias para ejercer y para convertir todo lo que estudiaron en la universidad en sustento económico.
Las universidades están formando abogados que no saben monetizar su conocimiento jurídico. Si lo llegan a saber, es porque lo aprendieron en otro lado, quizá de manera autodidacta, quizá sin la consciencia de que este saber es, día a día, más importante, ante la cada vez más férrea competencia que existe en el mercado de los servicios legales.
No estoy diciendo, con ello, que el método del caso sirva para que los abogados aprendan a hacer dinero de su carrera; en realidad, lo que ayuda al nuevo jurista a hacerlo de mejor manera es aprender a tomar decisiones, a escuchar activamente, a hacer sinergias y a tomar consciencia de la realidad, y para ello, ¡vaya que es útil el método del caso!
Así pues, además de los beneficios incuestionables que el método de caso reporta en las habilidades técnicas de los estudiantes, existen una serie de beneficios que merecen la pena experimentarse. Se trata de capacidades que los abogados deben desarrollar y poner en práctica en su día a día y, por ende, que las universidades deben alentar entre los profesionistas en cierne.
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