El Poder Judicial, guiado por la Constitución, no sólo resuelve las controversias, no sólo pacífica los conflictos, sino que también promueve y cataliza el cambio social.
Min. Norma L. Piña Hernández, Presidenta de la SCJN
5 de febrero de 2023
En fechas recientes han corrido ríos enteros de tinta y otra buena cantidad de bytes en hablar de la ministra Norma Lucía Piña Hernández.
La recién nombrada presidenta de la Suprema Corte dio mucho de qué hablar por dos razones: la primera, por la actitud que asumió al inicio del evento con motivo del 106 aniversario de la promulgación de la Constitución mexicana y, la segunda, por el discurso que allí pronunció.
Hoy no voy a hablar de lo primero, simplemente dejo acotada mi muy breve y nada humilde opinión: la también capitana del Consejo de la Judicatura Federal hizo bien al no ponerse de pie para recibir al Presidente de la República.
Me explico: el evento que se llevó a cabo éste y todos los años en el Teatro de la República de Querétaro es para celebrar a nuestra Constitución, no en loor del Presidente de la República ni de ninguno de los tres poderes constituidos.
El 5 de febrero es el día de la Constitución, no el día del presidente. Si lo que se desea es festejar al titular del Poder Ejecutivo, sería mucho mejor instituir un momento ex profeso en el calendario, como ocurre en Estados Unidos cada tercer lunes de febrero. Pero para que hubiera un correcto equilibrio sería necesario hacer lo mismo con los legisladores, quienes tampoco tienen su propia efeméride.
Los juzgadores mexicanos sí la tienen. Es el 7 de marzo, en conmemoración del establecimiento del Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, en 1815 (habrá que reflexionar por qué, de los tres poderes de la Unión, sólo uno tiene día festivo, pero ese es tema para otro artículo).
Así que no. El tema no es si la Ministra Piña se puso o no de pie ante el Presidente de la República; la pregunta que de verdad deberíamos hacernos es por qué todos los demás sí lo hicieron.
Y con esto, dejo zanjada la primera de las razones del protagonismo que muy merecidamente cobró la Ministra el día de la Constitución mexicana de 2023. Ahora me ocuparé de la segunda: su discurso.
A todos los mexicanos debe llamarnos la atención su mensaje de 10 minutos, bien estudiado, ensayado y calculado, aunque pronunciado con no poco nerviosismo.
Debe llamarnos la atención, también, el hecho de que su intervención no fue contestada por el Presidente de la República, a pesar de que varias frases le fueron dirigidas directamente a él y a sus proyectos. Claro, para contestar un discurso pronunciado dentro de un mismo acto solemne es necesario capacidad de escucha y de improvisación en cantidades que ―lo sabemos todos― el Presidente de la República no tiene.
Pero no nos desviemos. Rescato de la pieza de oratoria de la Ministra Piña los que considero que fueron sus tres mensajes más importantes: las mujeres, la independencia judicial y el respeto interinstitucional.
Las mujeres
El primer guiño, justo después de la salutación, fue para las mujeres.
La juzgadora de carrera asume con humildad el gran logro de haberse convertido en la primera mujer en presidir el Poder Judicial de la Federación y lo reviste de lo que realmente es, una atribución y un reto para su presidencia:
Hoy tengo el enorme orgullo de pronunciar estas palabras en representación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal, el orgullo, pero, sobre todo, la responsabilidad, se potencian por un hecho: por primera ocasión en nuestra historia una mujer preside el Poder Judicial de la Federación.
No es un logro personal, es un indicativo de avance social. Sepan todas y todos que trabajaré porque esta representación en el Poder Judicial Federal se traduzca en una auténtica reducción de las brechas de género y consecuentemente en una sociedad más justa e igualitaria.
Una atribución y un reto que, como lo reconoce más adelante, constituyen uno de los mejores motores de las causas de toda la humanidad:
Así ha sido en la búsqueda de igualdad entre las personas, con independencia de credos, de nacionalidades, de condición económica, de origen étnico diferente o de género. Enfrentar estas injusticias ha sido el mejor motor de las causas de toda la humanidad.
Algunos minutos después, la Ministra retoma el tema al decir que las mujeres son, junto con la infancia, los migrantes, los pueblos indígenas y las personas en situación de pobreza, discriminación y discapacidad, la acreedoras de una deuda histórica de México:
[…] la deuda histórica con sujetos en particular y con enormes sectores de la sociedad persiste. Mujeres, personas en situación de pobreza y discriminación, la infancia, las personas con discapacidad, las y los migrantes, los individuos, personas, comunidades y pueblos indígenas, todos ellos nos exigen, recordando a Donato Bravo y a sus colegas diputados constituyentes que nos dieron una nación, seguir preparándonos para obtener un verdadero progreso. Sólo el conocimiento y la convicción en nuestros valores procuran la libertad y la igualdad.
Unidad y respeto interinstitucional
Inmediatamente después del gesto de empatía hacia las mujeres, la Ministra da un giro para hacer un llamado a la unidad y al respeto interinstitucional.
Lo hace a través de la historia, con una narración más bien escueta sobre la promulgación de nuestra Carta Magna, el 5 de febrero de 1917 y a través de una cita de Donato Bravo Izquierdo (1890-1917), militar revolucionario que participó como diputado en el Congreso Constituyente.
Ni lo uno ni lo otro es nuevo; por el contrario, es un lugar común en este tipo de discursos el citar a alguno de los poco más de 200 constituyentes y el jugar a ser historiador de Wikipedia.
Sin embargo, la Ministra echa mano de la historia y la cita para hacer un llamado a la unidad, lo que justifica el uso de estos dos recursos tan trillados:
Hace 106 años, en esta ciudad, encabezados por Venustiano Carranza, 218 diputados provenientes de toda la República, con muy distintas profesiones y oficios, abogados, pensadores, maestros, militares, ferrocarrileros, topógrafos, telegrafistas, integrantes de todo el abanico social de nuestro país se reunieron para reformar, en principio, la Constitución de 1857 […]
A través de las profesiones y las procedencias, Piña Hernández deja en claro que «todo el abanico social de nuestro país» está representado y protegido por la Constitución. Dentro de ella ―nos dice― cabemos todos sin importar que seamos abogados (como ella y sus compañeros ministros, jueces y magistrados), militares (a quienes tanto se les ha empoderado últimamente) o telegrafistas (entiéndase «comunicadores», con quienes la Presidencia de la República sostiene una relación muy especial, por llamarla de algún modo).
Quien tenga curiosidad de ver el evento en YouTube, notará la curiosa y por demás sutil inflexión de voz que hace la oradora al pronunciar la palabra «militares», que no calificaré aquí para que sea el lector quien la analice y adjetive.
En otro punto de su disertación, la Ministra enfatiza que las injusticias se resuelven con el fortalecimiento institucional:
Las injusticias generan inconformidad, descontento, enojo, violencia, pero para encontrar una verdadera solución a ellas, de largo plazo, se necesita crear conceptos, ideales, convicciones de lucha política, de fortalecimiento INS-TI-TU-CIO-NAL.
El deletreo y el énfasis que yo represento aquí con el uso de mayúsculas es cortesía de la oradora. ¿Habrá quedado claro para los receptores del mensaje?
Independencia judicial
El tercer tema de la alocución de la Ministra es quizá el que más acaparó los reflectores en los días posteriores.
A pesar de que la mayoría de analistas y opinólogos se centró en el diálogo entre los poderes Judicial y Ejecutivo, la realidad es que la Ministra no sólo le habla a su homólogo de Palacio Nacional, sino a sus propios pares de Pino Suárez 2.
Su mensaje tiene dos destinatarios, un propósito y cero sobrantes: hacia afuera el Poder Judicial es independiente, hacia adentro el mismo Poder Judicial se construye gracias a la diversidad:
La diversidad entre quien impartimos justicia no sólo es inevitable, es deseable. Es sano y necesario ponderar la actividad de los jueces en virtud de las resoluciones que emiten y nunca, nunca, perder de vista la independencia judicial, la de los juzgadores y de la de uno de los poderes constitutivos de la República. Una judicatura independiente es pilar de nuestra democracia, es el legado que nos transmite nuestra ley fundamental. Tenemos la responsabilidad de preservarla y fortalecerla; de lo contrario, corremos el riesgo de mermar esta garantía en detrimento de las propias personas que nos demandan justicia.
Asume así la enorme labor de participar en la preservación y el fortalecimiento de la democracia. Los juzgadores no son ni pueden sentirse ajenos a la conservación de este sistema político, ni aun bajo el argumento de que un juez está centrado sólo en la solución de controversias que ante él se someten. Al contrario, la función de los jueces incide de manera directa en la construcción del país:
Nuestra principal responsabilidad es garantizar el acceso a la justicia viendo por la dignidad humana a través de la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos contenidos en nuestra Constitución.
Conforme al paradigma de la centralidad de los derechos humanos, el Poder Judicial, guiado por la Constitución, no sólo resuelve las controversias, no sólo pacífica los conflictos, sino que también promueve y cataliza el cambio social.
Pero para hacerlo, se requiere respeto entre las instituciones:
La dignidad se construye día a día con respeto entre los individuos, entre los poderes e incluso entre las naciones. Para hacer frente a esta enorme deuda histórica el rol de quienes impartimos justicia, resulta crucial. Así lo asumo, así lo asumimos.
Mención honorífica para la graciosa ironía de este párrafo. Una adición pequeña pero crucial a la celebérrima frase de Benito Juárez, a quien tanto usa el actual Presidente de la República como estandarte: «Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
La paz, junto con la dignidad, son el resultado del respeto al derecho, que debe practicarse entre individuos y entre naciones. Y también entre instituciones.
Corolario
Como cierre de estas reflexiones cito otro pasaje, en el que la Ministra hace un llamado a dejar la palabrería y los reflectores para ponernos a trabajar de verdad:
Evitemos encuentros estériles, reuniones con bellos ejercicios de oratoria para, tras ello, volver al escritorio con la falsa sensación del deber cumplido. Lo cierto es que tenemos que esforzarnos más, cuestionar y cuestionarnos, replantearnos cómo lograr un cumplimiento cabal de nuestra Constitución.
¿A qué se referirá la Ministra Piña cuando habla de encuentros y reuniones estériles que no contienen más que bellos ejercicios de oratoria? ¿Hablará de las ruedas de prensa mal llamadas «mañaneras» que definen al presente sexenio, del uso desmedido de las redes sociales centradas en la expresión oral que definieron la gestión del anterior Presidente del Poder Judicial Federal, del evento mismo de conmemoración del Aniversario de la Constitución…?
Ésta y muchas otras cuestiones se quedan en el tintero. Por ahora.
* * *
Espero que estas reflexiones te resulten útiles y que te ayuden a encontrar formas para monetizar tu conocimiento jurídico.
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