Cómo un abogado andante ganó un juicio de negligencia médica que estaba perdido
A los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias: solo les toca ayudarles poniendo ojos en sus penas.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Primera Parte, Capítulo XXX.
Como muchos de ustedes saben, además de ayudar a los practicantes del Derecho a fundar su propia firma legal, también me ocupo de litigar en materias administrativa y constitucional, con especial énfasis en la solución de casos difíciles.
Uno de estos casos difíciles —por no decir imposible— fue un asunto de negligencia médica cuyo expediente ya fue destruido, por los años que tiene de haber concluido. Asumí su patrocinio en un momento crítico, porque ya estaba perdido tanto en la primera instancia como en la apelación.
Los argumentos que utilicé para revertir ese resultado me parecieron útiles para todos los litigantes en materia civil, por lo que decidí escribir un libro para compartirlos con toda la comunidad jurídica.
Estoy convencido de que compartir conocimiento es una ayuda permanente para que entre todos construyamos una mejor abogacía.
Y como me gusta predicar con el ejemplo, esto es precisamente lo que haré a continuación: compartir.
He aquí el primer capítulo de mi libro, que espero que sea de utilidad.
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En los despachos de los abogados litigantes desfilan, todos los días, muchos y muy variados casos. Entre toda esa pasarela de problemas, uno se acostumbra a escuchar historias de todo tipo. Hay asuntos que, aunque quizá con un giro más o un detalle menos, son casi idénticos entre sí. Cuando comenzó esta historia, por ejemplo, pensé que estaba frente a un caso típico de negligencia médica.
El comienzo de los asuntos suele ser similar: el abogado de una clienta o cliente llega a mis oficinas y me expone un problema que escapa de sus manos. Como esos tantos otros abogados que necesitan mi asesoría en la especialidad de Amparo o en Litigio Administrativo, una mañana llegó un joven profesionista que, de manera similar a mucha gente que va al despacho, se veía preocupado, cansado y confundido. Se trataba del Lic. Alonso Fernández de Avellaneda, que estaba angustiado por su clienta, ya que su caso parecía no tener resolución. Sin embargo, le pedí que se tranquilizara, pues había acudido al lugar indicado para recibir la ayuda que necesitaba.
Él me contó el caso de Marcela: durante el embarazo de su segundo hijo, su médico no le detectó una condición que le impedía la aplicación de anestesia epidural. Cuando llegó el día del parto, le colocaron ese fármaco y esto de tonó una serie de complicaciones que la llevaron a luchar por su vida después del nacimiento de su bebé. Estas dificultades duraron meses enteros, los primeros de su niño; esos en los que hijos y madres se conocen y forman un vínculo fuertísimo que los acompañará toda la vida; esos en los que los bebés requieren mayor atención y cuidado; esos en los que también están las primeras alegrías. Tiempo, en fin, que es fundamental para que la madre e hijo estén juntos; y en los que ella no pudo alimentar, cargar ni arrullar a su bebé.
Está clarísimo: todo encaja, pensé de inmediato. La falta de cuidado del personal médico le ocasionó un daño a la paciente, existe un nexo causal entre la conducta y el perjuicio, las leyes civiles prevén, en casos así, una indemnización para aliviar la situación. Es un caso fácil, concluí con ingenuidad.
Un caso se parece a un reloj: hay que ensamblarlo cuidadosamente y asegurarse de que todas las piezas funcionen y estén en el lugar adecuado. En este caso parecía, a primera vista, que todas las piezas estaban completas y que el resultado evidente —la función lógica del mecanismo del reloj— sería lograr la indemnización a través de un juicio. No obstante, existía una pieza fundamental del mecanismo que traía un defecto de fábrica. Cuando el Lic. Fernández de Avellaneda llegó a verme, el juicio ya estaba iniciado.
Y no solo iniciado: era ya un juicio perdido.
A veces, los litigantes asumimos el patrocinio de algún asunto que inició otro abogado. En otras ocasiones, incluso, algunos de esos juicios nos llegan en fases muy, muy avanzadas. Esto no es algo nuevo, pero tampoco es muy frecuente, porque implica un altísimo grado de responsabilidad profesional. Cuando esto pasa, nuestras posibilidades para actuar jurídicamente son limitadas, ya que dependen de la ruta que haya trazado el abogado anterior: los argumentos que expuso, los documentos que presentó y los actos procesales que haya efectuado u omitido —consciente o inconscientemente— dan cause al caso y nos obligan a trabajar a partir de ese modelado previo que, hay que decirlo, no todas las veces resulta ser el mejor (o, por lo menos, no conforme a nuestro criterio personal).
Una de las razones por las que nuestra profesión es tan gratificante es porque los abogados nos alimentamos de retos. Buscamos que se conceda la razón a quien creemos que la tiene y, para lograr nuestro cometido, tenemos que usar toda la creatividad y el conocimiento que poseemos. En los casos complicados y de cualquier otro tipo, el objetivo es, más que identificar las puertas que se nos cerraron, encontrar qué ventana podemos abrir para llegar al resultado deseado.
Este libro existe gracias a un asunto así. Un caso que, cuando llegó a mis manos, ya se había perdido en primera instancia y en apelación; y no solo eso: ¡había una condena en costas a la paciente actora! Es decir: Marcela fue a juicio buscando que la indemnizaran por el trato negligente que recibió en el hospital y, al final, era ella quien había terminado debiendo dinero a los mismos médicos, a las enfermeras y al nosocomio que la habían descuidado.
La única alternativa que podía llevar a una solución más o menos satisfactoria a esas alturas era ser sumamente diestro en el amparo directo. Y ese amparo me correspondería a mí.
Al iniciar el estudio del expediente, me di cuenta de que el abogado anterior había ofrecido una prueba pericial en materia de Ginecología y Obstetricia. Esta prueba es fundamental para determinar si un médico trató con impericia a la paciente durante su embarazo y parto.
En un juicio Civil, cuando alguien ofrece este tipo de pruebas, cada uno de los contendientes nombra — es decir, contrata— a un perito para que presente su dictamen sobre una ciencia, técnica, oficio o industria en particular. Si el juez admite la prueba, cada perito tiene un tiempo determinado por ley para emitir su opinión por escrito. Estas opiniones le ayudan al juez al momento de dictar la sentencia.
Si alguno de los peritos no presenta su dictamen o no lo presenta en tiempo, se considera que esa parte está “conforme” con la opinión del otro perito. Esto puede ser muy problemático, ya que no es raro que cada perito dé una opinión que esté del lado de los intereses de quien lo contrató.
Pues justo eso fue lo que ocurrió en este caso. El perito nombrado por la paciente presentó su dictamen fuera de tiempo y el perito de los médicos fue más cuidadoso y actuó dentro de los plazos que la ley impone. Así fue como la paciente perdió la que, estoy seguro, era su mejor y —probablemente también— única oportunidad para demostrar que tenía razón y que sus pretensiones eran justas. Todo porque el perito no presentó a tiempo su dictamen.
¿Qué hacer? ¿Cómo evitar que la falta de responsabilidad de un perito (valga la expresión) afectara a tal grado a una mujer ya de por sí víctima de malos tratos médicos?
El dictamen pericial ya estaba en el expediente, pero el juez se había negado a tomarlo en cuenta al momento de sentenciar porque se presentó fuera de tiempo. Y no era solo por capricho: el juez estaba siguiendo los cánones establecidos por la ley.
Después de analizar todas las posibilidades y estudiar las posibles opciones para ayudar a mi cliente, decidí que la vía que parecía llegar más cerca de la justicia era cuestionar la constitucionalidad del artículo 347 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal. En mi propuesta expuse que ese artículo no solo no permite el correcto ejercicio del derecho de petición, sino que es un obstáculo para la verdadera comunicación entre las partes, los peritos y el juez.
Este libro cuenta la historia de cómo esta estrategia permitió revertir las consecuencias originadas por ese dictamen pericial extemporáneo, pues el Tribunal de lo Constitucional ordenó —a la sala de apelación— considerar el dictamen pericial como si se hubiera presentado oportunamente.
Lo más interesante de todo es que este asunto se redujo a un problema de interpretación, que no se puede encontrar en los precedentes de los Tribunales Federales Mexicanos, porque la sentencia de amparo generó una discusión tan compleja y reñida que se aprobó por mayoría de votos y no por unanimidad, requisito esencial para integrar tesis y jurisprudencias conforme al Derecho Mexicano.
En derecho, cuando hablamos de interpretar estamos hablando del cómo atribuir un significado a un texto normativo.
En las siguientes páginas contaré cómo la interpretación puede ser, también, una herramienta para decidir entre los distintos significados posibles y, además, un medio interesantísimo para revivir asuntos que parecen perdidos y deambulan en busca de justicia.
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Como te habrás dado cuenta, el tema es de sumo interés tanto para el Derecho como para la Medicina (las disciplinas de la toga negra y la bata blanca) y que amerita discusión y opinión de galenos y juristas.
Como sabes, soy un abogado y profesionista apasionado. Mi mayor alegría es formar abogados y ayudar a las personas que llegan con un problema en manos. Junto con mi equipo de profesionales, me enfoco en litigar asuntos particularmente difíciles pues somos especialistas en Litigio Administrativo y Constitucional.
Además, soy fundador de NegociaLaw, un centro de formación continua en el que los abogados adquieren los conocimientos que necesitan para enfrentar los nuevos retos del ejercicio de su profesión. Soy conductor de “Secreto Profesional”, el pódcast de divulgación jurídica sin complicaciones, donde los abogados comparten su conocimiento y sus experiencias hablando claro, sin poses y con el lenguaje más sencillo posible.
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Maestro Gibran. Excelente narrativa que permite captar el problema de inicio. Continuaremos su lectura con libro en mano. Gracias por compartirlo.
Muchas gracias por leer y por dejarme tu comentario, Rafael. Lo aprecio mucho.
Espero que el libro esté a la altura y que te sea útil.
Gracias de verdad.
Muchas gracias por compartir sus conocimientos y experiencia, sin duda solo un gran Abogado podría ser el autor de tan ecuánime narrativa.
¡Muchas gracias, Lunita!
Me alientan mucho tus palabras.